Dos gotas discurriendo.
Dos gotas se deslizan por una puerta de cristal.
Una ve a la otra y tiene claro que quiere orbitar cerca.
Decide que quiere unirse a ella y formar un gotón.
Pero sabe que la gravedad se interpondrá entre ellas.
Sabe que su destino es discurrir en línea recta hasta fundirse con el final.
La otra no sabe tanto. La otra la mira y sabe que quiere estar con ella
y se resiste a bajar, se ancla con todas sus fuerzas para no ser arrollada por un destino cretino.
Se quieren cerca.
La primera sigue su camino, impertérrita, rendida, avanzando hacia abajo.
La segunda sonríe, sabe sin saber discurrir, que alcanzará su objetivo.
Se oye un ruido molesto y convulso, un hombre coge un artilugio limpiacristales y lo pasa tenaz y efectivamente sobre la puerta.
Las gotas se unen.
La primera se extraña, se desorienta, pregunta cómo pudo pasar, pero se siente feliz.
La segunda se fortalece, se expande, se maravilla. Lo sabía, sabía que se encontrarían, pero se encontraron y ahora se asusta.
Que fácil discurrir en la dificultad. Que difícil discurrir en lo fácil, queriendo. Le dijo una a la otra.

 

(Jun.21.07)

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