Un parche, un alivio y un soplo de aire.
Anduve demasiado tiempo parcheando los retales de lo nuestro,
como si en cada zurcido pudiese restablecer la fuerza que nos faltaba.
Y de tanto remiendo, un día vi que ya no quedaba tela que unir,
que lo único que había eran cicatrices hilvanadas que mostraban la vida vivida.
Si seguía cosiendo el tejido se convertiría en un vertebrado invertebrable.
Era el momento de decidir si quería vivir entre jirones,
sorteando cada una de las rígidas costuras de un único pedazo lleno de dureza
o dejar de remendar y tomar el aire que entraba por los agujeros,
descansando en el alivio del que sabe que no se dejó nada por intentar.
(18.Ago.20)