Consejo para dar consejos.
Cuando alguien te cuenta un dolorcito suyo ¿qué haces? ¿cómo escuchas? y lo más importante ¿desde dónde devuelves??? Cuando tú estás tendido en el lodo y buscas un hombro amigo que te escuche, ¿qué valoras? ¿que te escuche y que se pringue de tu dolor o que te diga rápida, efectiva y asépticamente toda suerte de dinámicas para revertir lo antes posible la situación dolorosa? ¿Te has preguntado alguna vez cuando aconsejas a alguien sobre cómo sortear y reponerse al dolor rápidamente, si estas teniendo en cuenta al otro o lo que haces y dices es para ti, porque te incomoda la situación, porque te duele su dolor, porque no soportas sentir y no poder hacer nada con eso?! Entonces recuerda los momentos en los que eres tú el que está hundido, el que no ve la luz del sol y recuerdas cuan prácticos y reconfortantes te fueron aquellos consejos que consistían en una práctica lista de cosas a hacer y a no hacer. Algunos de ellos, extractos de dogmas espirituales que cuando están descontextualizados se convierten en deshumanizados, y la mayoría de ellos cargados de explicaciones que culpabilizan a terceros o cosas o en el mejor de los casos a ti mismo. Que rico suena así ¿verdad? Mi consejo es, la próxima vez que vayas a dar un consejo, primero calla, siéntate cerquita, respira, míral@, tiéndele una mano encima de su hombro, de su mano, de su espalda, de su pierna, de lo que sea que no sea un idea! y siente, siente lo que siente, después escúchal@ y después, sólo después si tienes algo mejor que aportar que tu calor, tu mirada y tu presencia, entonces háblale. Probablemente lo que te nazca ahí no sea un consejo.
(Febrero 2017)