¿Me acompañas?

 

Te voy a contar una historia de dos niños, una tensión y la energía. Dos seres se encontraron con 7 años. Uno era un niño y otra una niña. Ese niño hirió a esa joven con menos de 10 años. Esa niña hirió a ese joven con más de 20 años. Los niños y los jóvenes se fueron y dejaron paso a un hombre y a una mujer. La tensión se fue diluyendo en los años, disipando en las palabras y aflojando en los encuentros. La energía se quedó, se mantuvo, siempre, sempiterna, fuerte, estable, arrogante, serena y atrayente. La energía mediaba entre sus tensiones. Demasiada energía devorando sus cuerpos y demasiado centrífuga para encontrarse sin colisión. Ella en contracción, en introversión. Él en expansión, en exhibición. Ese joven pidió disculpas a esa niña con 20 años. Esa mujer pidió disculpas a ese joven con 30 años. Después, esa mujer aprendió a escucharse tanto a sí misma que pudo aprender a oír. Después, ese hombre aprendió a amar a una alma Cristalina que le enseñó a escucharse a él y también aprendió a oír. Esa mujer pudo escuchar y entender esas disculpas con 40, sólo 20 años después de oírlas e interpretarlas. Él con 45, sólo 15 años después. Una noche después de 38 años de mirarse a los ojos, se miraron a los ojos y se vieron por primera vez, porque por primera vez no se pensaron. Ese hombre, esa noche despedía una vida fuera. Esa mujer, esa noche bienvenía otra vida dentro. Esa noche esos niños se pidieron disculpas sin palabras y sin pensamientos. Sin memoria, ni recuerdos, sólo desde el corazón. La tensión era centrípeta y la energía escribió a mano en sendos libros de vida “Gracias por acompañarme de regreso al Amor.”   T’estimo! Anem deixant un solc a la vida i estem sabent llaurar-lo.

 

(Abril 2017)

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